LA PERCHA EL CACTUS Y LA GUINEU
- Arizona H.
- 15 oct 2018
- 6 Min. de lectura

Un día cualquiera, te levantas con la idea de que quieres tatuarte algo. Algo en plan lo que sea. Te has pasado treinta años de tu vida sin tener ningún tipo de marca realizada a propósito y un buen día, así como así, decides que es lo que te falta para completar un brazo.
El motivo oculto, por qué el ser humano siempre ha sentido la necesidad de pintarse, de perforarse, de tatuarse, de realizarse cicatrices: es un misterio. Y sí que es un misterio, aunque los antropólogos nos digan que todo viene de, por ejemplo, un cambio de estatus dentro de una tribu, un cambio de estado civil, un paso hacia la madurez o un ritual de iniciación, el motivo actualmente ya no se puede discernir tan fácilmente. Aunque, eso sí, siempre los habrá que se tatúen un maravilloso tribal en el brazo, una frase en arameo, las pisadas de su perro, las iniciales de su quinta pareja o una carpa japonesa siguiendo una moda.
También los habrá que se tatúen por no desentonar con sus amigos. Les pasa que todo su grupo social lleva algún tatuaje de los anteriormente citados y ellos también quieren integrarse en dicho grupo. Esto sí que podría ser un pensamiento relacionado con la antigüedad, el sentimiento de pertenecer a un grupo, a una tribu; moteros, pin up, los yakuza, los marineros… Tampoco es que hayamos evolucionado tanto en los aspectos sociales desde hace miles de años, para que nos vamos a engañar.
Pero ahí viene el tema: ¿un tatuaje nos aleja, nos diferencia de algo o nos mete a todos dentro del mismo saco? Me haré una señal identificativa, especial y única que nadie pueda dibujarse… ese fue mi pensamiento la mañana que me levanté mascando tinta. Aunque siempre habrá alguien en el mundo que pueda tener tu diseño, esa creo que es la realidad.
Y luego está el tema de: ¿Qué me tatúo?
Lo primero que me vino a la cabeza fue una percha y pensé que tal vez no era mala idea. No mucha gente la tendría pensé. Entonces empecé a buscar dibujos de perchas en internet para llevarlo directamente del papel telemático a mi piel pero me di cuenta de que mucho antes que yo ya muchos habían tenido la absurda idea de la percha. Además, he de decir que entre mi grupo de amigos no hubo mucho adepto a la percha. Me preguntaban que porqué una percha, que qué significaba para mí. Yo les respondía que no tenía un significado profundo, simplemente me gustaba la forma, y me parecida divertidamente absurdo y original. Era más bien un: ¿y por qué no? Tú llevas tatuado amor en elfico y nadie te preguntó si en otra vida te llamaste Galadriel. Buscando el absurdo me di cuenta de que había mucha gente. Somos tal vez una panda de perdidos a los que nos parecen interesantes las perchas simplemente porque sí. Decidí que no sería de la tribu de los colgados, no quería ser de ninguna tribu en verdad.
Luego, no sé cómo evolucionó la cosa, no sé si vi algún día algo en la televisión o en alguna revista, o simplemente me asomé al balcón y pensé: - ¡Ey! Un cactus también quedaría bastante chulo. Así puede verse como funciona mi cabeza, cuando la progresión lógica después de una percha es un cactus.
Y pensé en el diseño de un cactus sencillo, de estos de toda la vida, con maceta y todo, bien pequeñito eso sí, no coloreado… y bueno alguien también lo había pensado antes que yo. Quizá no exactamente la idea del dibujo que yo tenía en mente pero ya no quise seguir buscando fotos en internet porque la seguridad de acabar encontrando mi original pensamiento plasmado no me gustaba ni un pelo. Y es que al cactus le podría haber dado mucho significado, le había cogido cariño. Por eso me hacía ilusión en parte llevar dibujado un cactus el resto de mi vida. Aunque dicho así suene raro.
Un cactus es una planta resistente, de ahí podemos sacar dos conclusiones: la primera es que yo me puedo considerar una persona resistente física y mentalmente, la segunda, y tal vez más aproximada a la realidad, es que es mi planta-colega porque es la única que no se me muere. Aunque ha habido algunos cactus que se me han muerto pero eso es otra historia…
En fin, tuve que descartar la idea pero me dio pena. Estaba entonces cerca de pensar que quizá aquello que llevaría en mi piel por el resto de mis días, cuando los pliegues hicieran imposible discernir de qué diantres trataba aquella mancha debía tener algún sentido íntimo para mí.
Sentido íntimo… significado profundo… o estoy vacía por dentro o nada creo que es realmente representativo de mi persona.
Frases… hay tantas frases y citas buenas que no sabría porqué decantarme y acabaría pareciéndome al refranero español. Si señores, ¡un refranero español más vivo que nunca! O también podía probar con iniciales o fechas… pero si me tengo que apuntar como una adolescente en la mano las iniciales de alguien o una fecha que son 5 números, sino puedo recordar algo que en verdad es o ha sido importante para mí, seguramente no debería de jugar con agujas cargadas de tinta.
Un súper dibujo, bien grande, de esos que cubren parte de la espalda, todo un costado o la pierna, todo lleno de colores, que cuente una historia o plasme un estilo en plan estilo santa muerte mejicana o estilo japonés. No es que no me guste, me gusta verlo… en otros. Me aburriría fácilmente de ver un cuadro todos los días el resto de mi vida. Y me baso en el hecho de que si cambio la decoración de mi casa cada dos años y en ella me paso aproximadamente 9 horas al día… imaginaos un cuadro de 24 h.
Descartando tantas cosas acabé buscando símbolos pequeños, tatuajes minimalistas que se llaman. Línea fina, dibujo bastante sencillo.
Esa idea me llevó a pensar que podría tatuarme algo pequeño de algo que me gustara. Reflexionando sobre cosas que me gustan llegué a la conclusión que tal vez tatuarme una copa de vino no sería buena opción en un futuro. No pretendo dar muchas explicaciones a mis futuros hijos sobre mis pasadas decisiones. Así que… bueno… no era plan tampoco de tatuarme un diente.
Todo me condujo a los animales. Me encantan los animales (todos menos las serpientes y demás tubos con dientes). Pero tatuarme un gato, siendo la loca de los gatos, era demasiado previsible. Un perro si me gusta pero estoy bastante desconectada de lo que conlleva: de la vida haciéndose cargo de otra vida.
Siempre he pensado que la mascota ideal, el compañero ideal tendría que tener algo intermedio entre un perro y un gato. Por una parte, algo que te adore, algo que se enamore de ti cada vez que llegues a casa, que siempre quiera besarte y estar contigo y te traiga pelotas y palos para ir y volver con ellos una y otra vez sin descanso. El perro es básicamente fiel a su amo, como siempre se ha dicho. Para un perro su amo es su amo, para un gato su amo es alguien que le cambia el arenero y le pone su comida, alguien con el que no está mal conviviendo en la misma casa. Y no quiero decir con esto que los gatos sean unos bichos despreciables, no puedo decirlo porque tengo aproximadamente un 30 por cien de loca de los gatos. Los gatos tienen ese punto de cariño cuando ellos lo precisan y son independientes la mayor parte del tiempo. De tanto en tanto te regalan un momento de su tiempo de dormir y buscan tu caricia. Y entonces ¿no sería ideal encontrar una persona con unas condiciones intermedias? Quiero decir… un animal que tuviera las características intermedias.
Pues bueno, sin saber si mi idea es acertada o no, o si cada vez se me ocurren cosas más y más extrañas encontré al animal intermedio: el zorro, la guineu en català.
Además la guineu es un animal muy bonito, con un buen porte, independiente y salvaje pero con ese punto de domesticable (existen videos en youtube) que le daría un perro. Total, que me pareció un buen punto intermedio entre todo lo demás.
Así que, bueno, he de decir que lo último que pensé en tatuarme por tanto es un zorro, sí, un zorro o una guineu si sois bi , tri, o cuatrilingües.
No sé si este tatuaje llegará a buen puerto o tras él vendrá otro y la lista se irá alargando. De momento estoy en la primera etapa de mi estudio… buscando diseños en internet, pidiendo a otros que diseñen una guineu adecuada y pidiendo opinión a mi círculo de amigas. He de decir que tampoco tiene muchas adeptas la idea. Es más, he de decir que el primer pensamiento que le pasa a la gente cuando les comentas que tal vez te tatúes una guineu… no es necesariamente positivo.
Aunque eso tampoco es que me haya frenado nunca como para no hacer algo.
Demasiadas connotaciones negativas para un animal tan especial.
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