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  • Foto del escritor: Arizona H.
    Arizona H.
  • 27 oct 2018
  • 5 Min. de lectura

Siempre he tenido la sensación de que había partes de mi cuerpo que no lograba hidratar como otras. Me pasa, que después de las rodillas, las espinillas siempre se quedan secas. Y me unto con todo tipo de cremas y aceites y nada. Además, aquí no consigo el moreno uniforme que por finales de septiembre ya reina en el resto de mi cuerpo. Parece una tontería pero no sé si por afán propio o ajeno siempre he cuidado que todo este perfecto. Me refiero a mantener una piel fina, tersa, morena, depilada, libre de estrías, celulitis y demás en la medida que me ha sido posible. Esto es un gran trabajo diario, tiempo diario que invierto en mi propia re-construcción. Además, hasta hace bien poco, realizaba todos mis rituales de belleza sin ni siquiera plantearme lo que estaba haciendo. Porque, para la cara, también existen una infinidad de productos que puedes ir superponiendo cual si fueras una cebolla cosmética. Y lo más importante, infinidad de artículos escritos de bloggers, instagramers, maquilladoras, incluso profesional médico que te explica cómo conseguir un rostro joven, eternamente. A base de embadurnarte diariamente y nocturnamente y utilizar mascarillas, tratamientos con luces de colores, hilos tensores, partículas de oro y toxinas muy conocidas.

No nos damos cuenta de todo lo que nos rodea hasta que se despierta la chispa. Un día se me encendió la luz, y comprendí que tenía unos cánones de belleza femenina en mi disco duro y que no sabía de dónde habían salido. Yo, que siempre me considere una feminista, una igualitaria, incluso defensora de que las mujeres fuertes son las que adoptan conductas digamos masculinas en la sexualidad… me estaba cosificando.

Después de esta revelación vino la pregunta. Seguramente estaría haciendo todo aquello no por agradar al sexo contrario sino por agradarme a mí misma. ¿A sí que no tengo por qué preocuparme? Si a mí me gusta estar tan perfecta y en verdad lo hago por mí misma. ¿Qué tengo en la cabeza? Y más importante todavía, ¿Quién me lo había puesto ahí? Supongo que vamos bebiendo a lo largo de nuestra vida de esta fuente de conocimiento inagotable que es el patriarcado. Y como les decimos a los pacientes, para no deshidratarse hay que beber aunque uno no sienta la sed. Nosotras no sentimos esa sed de ese tipo de conocimiento ni patrón pero aún así hemos ido bebiendo año tras año. Me encuentro empachada de ese líquido pringoso que son los patrones ligados a la feminidad. Demasiado esfuerzo, demasiada crítica.

Si alguna vez no puedo mantenerme bella y joven, ¿Qué haré?, ¿Qué he hecho cuando he estado enferma en casa con aspecto de vagabunda? Me he puesto triste. Nunca me he aceptado. ¿Y esto se les enseña a las niñas aun hoy en día? Me temo que si. Sino en casa, fuera de ella. Lleva el pelo suelto, largo si puede ser, bien peinado. Píntate los labios, la cara en general, después de todas las capas cebolliles cosméticas. Pero recuerda que, si te pintas llamativos los labios, los ojos déjalos tranquilos. Vístete corta pero no por calor, sino porque es más sexy. Tacones, eso también nos hace sentirnos bien y poderosas. Y se formó la gozadera…

Vaya, que ahora sé que veo normal estar cosificándome diariamente tanto para mi como para los otros.

Diré que tanto si algún día me siento guapa con los patrones de lo femenino como si otros estoy orgullosa de la musculatura de mi espalda siempre me siento mujer poderosa. Aún así, es de responsabilidad social denunciar las cadenas para al menos, conocer que tienes la llave para abrirlas cuando estés cansada de andar con ese peso.

Así mismo, también confesaré que nunca me sentí princesa. Más bien príncipe o dragón. Yo iba a ser Guillermo hasta poco antes de nacer, una observación obstetricia debió confundir una parte de la anatomía masculina muy representativa. Así que de inicio hubo que pensar otro nombre y una niña vestía con ropitas azules y blancas. No fue hasta más tarde que empezó a imponerse el rosa. Pero duró poco. Seguía llevando el pelo corto, subiéndome a los arboles y ensuciándome. Porque tuve unos padres que no veían nada extraño en ello, igual que tampoco veían extraño que jugara a pintar tranquila y callada o que tan pronto tuviera un camión tele-dirigido o la mansión de Barbie. Se me dio todo para elegir, y la verdad es que nunca elegí, siempre me quedé con todo. Supongo que algo del Guillermo aquel quedo y queda en mi.

Luego pasaron los años y empecé a declararme a los chicos. A todo aquel que me gustaba, se lo decía directamente. Como no era una niña muy mona por aquel entonces y además sufría un bulling suave podríamos decir que no conseguía llamar la atención de ningún varón. Imagínate, una niña gordita y con gafas diciéndole al mas guapo de la clase que le gustaba. Aun así no tenía consciencia de que aquello no estaba dentro de mi rol. No tenía consciencia de que la mujer no es la cazadora del grupo. Eso lo viví tiempo después cuando empezamos a salir de fiesta en manada. De repente nos veíamos asaltadas por: hombre blanco busca rollo. Nada de esposa, por supuesto, porque parece ser que a ellos no los diseñó el mismo programador. También en esta época de mis andanzas por el mundo me di cuenta que era atípico no enamorarse y buscar lo pasajero además de, como mujer, enorgullecerse de las conquistas. Y viví el machismo de muchos y porque no decirlo, de muchas también. Criticando otra manera de ver las relaciones que no era la suya propia y la del mundo entero. Pero bueno, con más o menos piedras en el camino yo continué siendo como era, irreverente a veces aunque siempre respetando al otro género, política- sexualmente incorrecta en las conversaciones con amigos y denunciando las pequeñas cosas que a mi modo de ver no eran normales.

Nunca me gustó la cocina, como a mi madre, aunque no lo hago mal del todo y se trate de supervivencia al fin y al cabo. Nunca aguanté planchar aunque de tanto en tanto lo hago. No hago la cama, porque lo considero una pérdida de tiempo. La convivencia en pareja me hizo perder el romanticismo desde bien pronto. Después de muchos calendarios de tareas y conversaciones de pactos me he dado cuenta de que aunque el hombre que a mi lado esta crea en la igualdad, presupone y espera que yo realice ciertas cosas. Así que la lucha por todo no ha acabado. Interna y externa, siempre me encuentro en pie de guerra.



Hoy saldré a correr o iré a nadar, con mi equipación deportiva teñida de rosas y violetas ya que parece que a las mujeres estos colores nos

otorgan mayor velocidad o resistencia, sino, ¿porqué iban a querer las grandes marcas que los usáramos?

Solo una última reflexión: el día 8 de marzo todo el mundo reivindicó la igualdad de la mujer y se cansó de esgrimir mensajes por todos los medios sociales, y después el silencio. El silencio de la lucha diaria que todas llevamos a cuestas. Y aquel día, no me sentí ni más ni menos feminista. Sólo me sentí reafirmada. Yo también caí en la tentación de publicar mi propio mensaje al mundo.

Te quiero libre hermana, libre para no mirar atrás en la noche, andando sola por la calle, libre para amamantar o no hacerlo, para tener hijos o ser madre de gatos, libre para cuidar o que te cuiden, libre para vestir con escote, libre en tu sexualidad y en tu trabajo diario, libre para educar a otra nueva generación. Libre de ser guapa o no, libre de elegir el tipo de mujer que quieras ser.

 
 
 
  • Foto del escritor: Arizona H.
    Arizona H.
  • 15 oct 2018
  • 6 Min. de lectura


Un día cualquiera, te levantas con la idea de que quieres tatuarte algo. Algo en plan lo que sea. Te has pasado treinta años de tu vida sin tener ningún tipo de marca realizada a propósito y un buen día, así como así, decides que es lo que te falta para completar un brazo.

El motivo oculto, por qué el ser humano siempre ha sentido la necesidad de pintarse, de perforarse, de tatuarse, de realizarse cicatrices: es un misterio. Y sí que es un misterio, aunque los antropólogos nos digan que todo viene de, por ejemplo, un cambio de estatus dentro de una tribu, un cambio de estado civil, un paso hacia la madurez o un ritual de iniciación, el motivo actualmente ya no se puede discernir tan fácilmente. Aunque, eso sí, siempre los habrá que se tatúen un maravilloso tribal en el brazo, una frase en arameo, las pisadas de su perro, las iniciales de su quinta pareja o una carpa japonesa siguiendo una moda.

También los habrá que se tatúen por no desentonar con sus amigos. Les pasa que todo su grupo social lleva algún tatuaje de los anteriormente citados y ellos también quieren integrarse en dicho grupo. Esto sí que podría ser un pensamiento relacionado con la antigüedad, el sentimiento de pertenecer a un grupo, a una tribu; moteros, pin up, los yakuza, los marineros… Tampoco es que hayamos evolucionado tanto en los aspectos sociales desde hace miles de años, para que nos vamos a engañar.

Pero ahí viene el tema: ¿un tatuaje nos aleja, nos diferencia de algo o nos mete a todos dentro del mismo saco? Me haré una señal identificativa, especial y única que nadie pueda dibujarse… ese fue mi pensamiento la mañana que me levanté mascando tinta. Aunque siempre habrá alguien en el mundo que pueda tener tu diseño, esa creo que es la realidad.

Y luego está el tema de: ¿Qué me tatúo?

Lo primero que me vino a la cabeza fue una percha y pensé que tal vez no era mala idea. No mucha gente la tendría pensé. Entonces empecé a buscar dibujos de perchas en internet para llevarlo directamente del papel telemático a mi piel pero me di cuenta de que mucho antes que yo ya muchos habían tenido la absurda idea de la percha. Además, he de decir que entre mi grupo de amigos no hubo mucho adepto a la percha. Me preguntaban que porqué una percha, que qué significaba para mí. Yo les respondía que no tenía un significado profundo, simplemente me gustaba la forma, y me parecida divertidamente absurdo y original. Era más bien un: ¿y por qué no? Tú llevas tatuado amor en elfico y nadie te preguntó si en otra vida te llamaste Galadriel. Buscando el absurdo me di cuenta de que había mucha gente. Somos tal vez una panda de perdidos a los que nos parecen interesantes las perchas simplemente porque sí. Decidí que no sería de la tribu de los colgados, no quería ser de ninguna tribu en verdad.

Luego, no sé cómo evolucionó la cosa, no sé si vi algún día algo en la televisión o en alguna revista, o simplemente me asomé al balcón y pensé: - ¡Ey! Un cactus también quedaría bastante chulo. Así puede verse como funciona mi cabeza, cuando la progresión lógica después de una percha es un cactus.

Y pensé en el diseño de un cactus sencillo, de estos de toda la vida, con maceta y todo, bien pequeñito eso sí, no coloreado… y bueno alguien también lo había pensado antes que yo. Quizá no exactamente la idea del dibujo que yo tenía en mente pero ya no quise seguir buscando fotos en internet porque la seguridad de acabar encontrando mi original pensamiento plasmado no me gustaba ni un pelo. Y es que al cactus le podría haber dado mucho significado, le había cogido cariño. Por eso me hacía ilusión en parte llevar dibujado un cactus el resto de mi vida. Aunque dicho así suene raro.

Un cactus es una planta resistente, de ahí podemos sacar dos conclusiones: la primera es que yo me puedo considerar una persona resistente física y mentalmente, la segunda, y tal vez más aproximada a la realidad, es que es mi planta-colega porque es la única que no se me muere. Aunque ha habido algunos cactus que se me han muerto pero eso es otra historia…

En fin, tuve que descartar la idea pero me dio pena. Estaba entonces cerca de pensar que quizá aquello que llevaría en mi piel por el resto de mis días, cuando los pliegues hicieran imposible discernir de qué diantres trataba aquella mancha debía tener algún sentido íntimo para mí.

Sentido íntimo… significado profundo… o estoy vacía por dentro o nada creo que es realmente representativo de mi persona.

Frases… hay tantas frases y citas buenas que no sabría porqué decantarme y acabaría pareciéndome al refranero español. Si señores, ¡un refranero español más vivo que nunca! O también podía probar con iniciales o fechas… pero si me tengo que apuntar como una adolescente en la mano las iniciales de alguien o una fecha que son 5 números, sino puedo recordar algo que en verdad es o ha sido importante para mí, seguramente no debería de jugar con agujas cargadas de tinta.

Un súper dibujo, bien grande, de esos que cubren parte de la espalda, todo un costado o la pierna, todo lleno de colores, que cuente una historia o plasme un estilo en plan estilo santa muerte mejicana o estilo japonés. No es que no me guste, me gusta verlo… en otros. Me aburriría fácilmente de ver un cuadro todos los días el resto de mi vida. Y me baso en el hecho de que si cambio la decoración de mi casa cada dos años y en ella me paso aproximadamente 9 horas al día… imaginaos un cuadro de 24 h.

Descartando tantas cosas acabé buscando símbolos pequeños, tatuajes minimalistas que se llaman. Línea fina, dibujo bastante sencillo.

Esa idea me llevó a pensar que podría tatuarme algo pequeño de algo que me gustara. Reflexionando sobre cosas que me gustan llegué a la conclusión que tal vez tatuarme una copa de vino no sería buena opción en un futuro. No pretendo dar muchas explicaciones a mis futuros hijos sobre mis pasadas decisiones. Así que… bueno… no era plan tampoco de tatuarme un diente.

Todo me condujo a los animales. Me encantan los animales (todos menos las serpientes y demás tubos con dientes). Pero tatuarme un gato, siendo la loca de los gatos, era demasiado previsible. Un perro si me gusta pero estoy bastante desconectada de lo que conlleva: de la vida haciéndose cargo de otra vida.

Siempre he pensado que la mascota ideal, el compañero ideal tendría que tener algo intermedio entre un perro y un gato. Por una parte, algo que te adore, algo que se enamore de ti cada vez que llegues a casa, que siempre quiera besarte y estar contigo y te traiga pelotas y palos para ir y volver con ellos una y otra vez sin descanso. El perro es básicamente fiel a su amo, como siempre se ha dicho. Para un perro su amo es su amo, para un gato su amo es alguien que le cambia el arenero y le pone su comida, alguien con el que no está mal conviviendo en la misma casa. Y no quiero decir con esto que los gatos sean unos bichos despreciables, no puedo decirlo porque tengo aproximadamente un 30 por cien de loca de los gatos. Los gatos tienen ese punto de cariño cuando ellos lo precisan y son independientes la mayor parte del tiempo. De tanto en tanto te regalan un momento de su tiempo de dormir y buscan tu caricia. Y entonces ¿no sería ideal encontrar una persona con unas condiciones intermedias? Quiero decir… un animal que tuviera las características intermedias.

Pues bueno, sin saber si mi idea es acertada o no, o si cada vez se me ocurren cosas más y más extrañas encontré al animal intermedio: el zorro, la guineu en català.

Además la guineu es un animal muy bonito, con un buen porte, independiente y salvaje pero con ese punto de domesticable (existen videos en youtube) que le daría un perro. Total, que me pareció un buen punto intermedio entre todo lo demás.

Así que, bueno, he de decir que lo último que pensé en tatuarme por tanto es un zorro, sí, un zorro o una guineu si sois bi , tri, o cuatrilingües.

No sé si este tatuaje llegará a buen puerto o tras él vendrá otro y la lista se irá alargando. De momento estoy en la primera etapa de mi estudio… buscando diseños en internet, pidiendo a otros que diseñen una guineu adecuada y pidiendo opinión a mi círculo de amigas. He de decir que tampoco tiene muchas adeptas la idea. Es más, he de decir que el primer pensamiento que le pasa a la gente cuando les comentas que tal vez te tatúes una guineu… no es necesariamente positivo.

Aunque eso tampoco es que me haya frenado nunca como para no hacer algo.

Demasiadas connotaciones negativas para un animal tan especial.

 
 
 
  • Foto del escritor: Arizona H.
    Arizona H.
  • 3 oct 2018
  • 3 Min. de lectura

Hace unas horas que nos dejaste, que te fuiste de este plano, de este mundo que ya no es el tuyo. Has dejado de vigilar el patio, salgo a buscarte y ya no puedo encontrarte, no oigo el repiqueteo de tu cola en la madera del porche y salgo a tender la ropa sola.

Te busco cada vez que llego a casa con el coche. Te buscaré cada vez que lleguemos de viaje, aunque sé que ya no te tendré allí esperando, feliz por vernos de nuevo.

Aún puedo verte corriendo entre los campos, corriendo a mi lado por la montaña, sentándote pacientemente mientras masajeaba tu pelo negro con mis pies.

Se me hizo corto Drake. Me dejaste a medias. Pensaba que verías a nuestros hijos correr, que montarían tu potente lomo y se sentirían conquistadores de tierras lejanas. Pensaba que seguirías un poco más, pensaba que la vida iba a seguir igual, con nuestras rutinas, nuestros saludos y nuestros ratos de lectura al sol.

Me acuerdo de nuestros últimos momentos juntos, tú me mirabas tranquilizándome. No sé por qué me dio la impresión de que me pediste que cuidara de él, que cuidara de papi. Lo haré, no te preocupes, aunque nadie lo hará mejor que tu. Tú cuidabas de todos, de Dingo y de los que estábamos dentro de casa, ajenos a que el tiempo pasaba, ajenos a las canas blancas en tu manto negro. Pero me enseñaste a vivir diferente, al menos lo intentaste. Querías que disfrutáramos cada momento que la vida nos da, sin pensar en el ayer ni hacer planes para el mañana.

Espero, que allá donde estés, seas feliz, que juegues con palos y piedras, que pasees todos los días, que corras, que persigas conejos y también gatos y también espero que de tanto en tanto, eches una mirada a la tierra y sonrías. Si algún día decides volver, te esperaremos, el tiempo que nos de la vida. Intentaremos volver a darte el amor que te has llevado.

Nos has dado tanto, durante tan poco tiempo, que ahora, nos encontramos vacios. Los caminos sin ti, ya no tienen sentido.

Para nosotros, por supuesto, siempre serás el mejor perro. Te encantaban las personas, te encantaba escucharnos tumbado esperando alguna caricia furtiva.

Me acuerdo de estar muy enfadada contigo, cuando tuvimos el accidente. Pero aquello nos duró días. Te perdoné enseguida, porque esos ojos me derritieron el corazón desde el primer momento que los miré y porque en el fondo, tú no quisiste hacerme daño. Dejaste de lado tu instinto y escuchaste los gritos de mami y entonces, me miraste, y la soltaste de tus fauces.

Mami sigue gritando, gritando de rabia y llorando de pena. Creía que ya no me quedaban lagrimas para nadie más. Creía que me había hecho fuerte con los años, con los daños. Has roto mis barreras, hay una grieta en mi corazón que tardará en repararse, hay un vacío en mi vida, me faltas ya desde el primer día.

Perdona, si no llegué estar a la altura de tu amistad. Perdona si pasaste frío o calor. Perdona si no nos dimos cuenta antes de que te apagabas. Y sé que lo haces, sé que nos perdonaste ayer, al menos quiero creerlo. Te dije ayer que descansaras, que no sufrieras más y que harías el último viaje, tú sólo. Como me hubiese gustado llevarte de la correa, acompañarte en ese último paseo. También te dije que nos esperaras, que nos volveríamos a ver, aunque ya no en este mundo. Al final, solo nos queda la esperanza de que otros que ya marcharon se tumben contigo, rascándote la barriga.

Me queda la imprenta de tu pelo entre mis dedos. Me quedas para siempre grabado en el corazón.

Te echaré de menos, todos te echaremos de menos, adiós amigo, nos vemos pronto.

 
 
 
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